El Eternauta interpreta e interpela a la realidad actual de Argentina. En el inconsciente colectivo las resonancias de la película lo son, también –y, sobre todo, “gracias” al régimen de ultraderechas que gobierna al país. Hay un arrasamiento de lo común a manos de un invasor: esta es la propuesta de la serie y, también, la de este gobierno. Este lo consigue destruyendo desde dentro instituciones estatales, como ministerios reducidos a secretarías o, directamente, haciéndolos desaparecer (“amo ser el topo que destruye al Estado” dijo Milei). Pero, también, todos los instituidos que –en muchos casos gracias a muchas luchas colectivas- fueron obtenidos a lo largo de décadas: así, hay quita de partidas en salud, educación, investigación, discapacidad, ataque a derechos adquiridos, etc., etc., etc.
Para el sujeto, todos ellos son lugares de apoyo del funcionamiento psíquico, que hacen al amparo básico que debe hallar en la escena de la realidad. Desposeer a los sujetos de todo esto es un acto cruel. Así, hay destrucción institucional, de instituidos y algo fundamental: del campo simbólico, eso que orienta a los sujetos en su vida, dándoles un lugar. Todo esto redunda en un desamparo simbólico.
Esto no es todo: además, todo lo anterior tiene la intencionalidad de impulsar la fragmentación social, promoviendo una hostilidad y crueldad casi sin límites. El ataque a los jubilados es muestra de ello, transmitido en vivo y en directo todos los miércoles, sin mayores reacciones por parte de la población, habiéndose convertido en una suerte de show de la crueldad que, a lo sumo, genera comentarios “políticamente correctos” en los televidentes. Pero, ese, es otro tema.
Es más, se promueven como modelos identificatorios al odiador, el fabulador, el meritócrata, etc.
Tal como sucedió en la Pandemia de Covid-19, el gobierno de ultraderechas neoliberal se instituye, así, como un gran desencadenante de patología psíquica: los psicoanalistas tienen agenda llena, lo mismo que los servicios de Salud Mental. Pero, a diferencia de entonces –como consecuencia lógica y necesaria de este régimen- no hay ningún cuidado hacia la población: lo que hay es un ataque desenfrenado hacia esta, y no se trata de algo que “vino” desde el exterior (como un virus) sino desde el seno del propio colectivo. Entonces, no hay un tercero a quien apelar. Salvo que el propio colectivo se convierta en ese tercero.
El Eternauta, además, reaviva no solo recuerdos, sino aquello que está más allá de estos (restos pictográficos de traumas colectivos anteriores): sobre todo del Terrorismo estatal, que se expresa como sensaciones corporales, impulsos, imágenes inexplicables, angustia de desamparo, pasajes al acto, manifestaciones psicosomáticas, ataques de pánico, caída del deseo, en medio de un pathos melancoide.
Este gobierno es un virus, que se replica en redes sociales, en discursos que pretenden (y por momentos consiguen) alterar la realidad percibida, lo evidente de su accionar, etc. En Pandemia fue necesario instrumentar vacunas y medidas colectivas, para evitar el estrago que el virus podía producir. Una pandemia que fue un desencadenante individual y, también, colectivo. Y que fue uno de los causantes del ascenso de las ultraderechas.
¿Qué antivirus serán necesarios para detener este accionar mortífero, tanto a nivel psíquico como social? ¿Cómo hacer frente a este vendaval de pulsión de muerte? En la serie, la única alternativa –ante el fracaso de las FFAA- es la grupal, solidaria, dispuesta a sacrificar lo que sea necesario para detener el avance del invasor. Organizándose como una suerte de guerrilla urbana. Claro que hay una sutil diferencia con esta realidad: en nuestro caso, el invasor, ese virus que tiene como objetivo infectar a todo el cuerpo social, tiene el apoyo de buena parte de la sociedad. La salida no será, por lo tanto, a partir de una lucha fratricida (ese es el riesgo) sino con acciones colectivas de parte de quienes rechazan este tipo de régimen.
Tal vez se trate de un largo camino de pequeñas-grandes confrontaciones que culminen en algo más amplio. Procesos que van en contra del daño psíquico y colectivo que produce este régimen.
Hace poco (me) preguntaba si se trata de desertar, confrontar o resistir. Lo que sí es seguro es que se trata de saber qué revelan los hechos y las palabras, y si es posible rebelarse. La respuesta está soplando en el viento.
Gracias por tu comentario!
gran texto, gracias!!