Celebración de los 70 y su legado II
Varias personas me dijeron que estaban a la expectativa de los efectos que en el gobierno de ultraderechas tendría la marcha de hoy. Que ha sido más que multitudinaria. Me tocó, esta vez, vivirla en Mar del Plata. Fue realmente impactante. No sólo por la masividad. Sino por la aparición de la alegría. El entrecruzamiento del dolor por llevar en nuestras manos pancartas con imágenes de desaparecidos, con la re-aparición de un proyecto que resiste a ser desaparecido. ¿Por qué re-aparición? Porque atravesando el ruido de las redes y medios al servicio de las ultraderechas, y el ruido del protagonismo del dolor, se abrió paso que hubo una generación que llevó adelante el proyecto de crear una sociedad muy diferente a la que ha impuesto el neoliberalismo. Una generación que, de diversas maneras –en la contracultura o en la militancia, en el arte y en el pensamiento- luchó, imaginó, se arriesgó por un proyecto de autonomía. Entonces, a quienes me dijeron que estaban a la expectativa de los efectos que a nivel del gobierno pudiera tener la marcha (en realidad, las marchas que han tenido lugar en todo el país), les he dicho que lo importante era el efecto que tuvieran la marchas mismas en quienes participarían de ellas. Marchas que no pueden quedar ancladas en el dolor –que no dejará de estar presente, por supuesto- sino que deben servir de plataformas para la recuperación del pensamiento crítico, para la creación de un nuevo proyecto de transformación. Un espacio-tiempo para la emergencia del imaginario social instituyente, puesto al servicio de la igualdad, la libertad y la justicia, cuya aparición genera –siempre- alegría.